jueves, julio 06, 2006

EL CLUB DE LOS FRACASADOS

El domingo se jugará la final del Mundial Alemania 2006 y tendrá como protagonistas a la Francia del "Maestro" (me parece que a partir de este Mundial simplemente se le recordará así, es decir, ya se institucionalizó el apodo) Zidane y al "patito feo", Italia.

Pero al margen de la expectación netamente futbolística, quiero hacer un parentésis para comentar algunas cosas que suceden fuera de la cancha.

Lo de Italia me conmueve. Del equipo titular, sólo Grosso, Materazzi, Perrotta y Totti no tienen vinculación directa con el escándalo "Moggiopoli". Todos los demás o ya piensan arrancar de sus equipos o están asumidos de que no jugarán en la división de honor.
El primero en irse, no podía ser de otra forma, fue el DT Capello. No es la primera vez. Ya lo hizo antes, dejando a la Roma casi en la quiebra para irse a la Juventus (levantándole 3 jugadores), después que el club romano se la jugó toda por él, armándole un equipo increíble con el que salió campeón.

Ahora, con la Juventus prácticamente condenada -al menos- a la Serie B, se fue. Y ya convocó a la estampida.
Un DT que busca sacar provecho de su ex equipo de la forma que lo hace Capello, tiene un sólo nombre: sinvergüenza.
Ni una palabra de apoyo, ni un reconocimiento a un club que se lo dió todo. Nada de nada. Y nadie le está pidiendo que se hundiera con el barco -mal que mal él no está involucrado (aunque cuesta creer que no sabía nada)- sino simplemente que no se aproveche de una manera tan descarada del que cayó.

Pero ya recaló en España, donde toda la prensa del país está esperando ver hundidos a los clubes italianos con el único propósito de instar a los clubes locales a comprar a precio de ganga a sus figuras y fortalecer la más hipócrita y sobrevalorada de las ligas de fútbol del mundo: eso me da asco y vergüenza, mucho más allá del escándalo italiano.

Sí, porque les guste o no, aparte de Miguel y Zidane (y algun otro se me puede pasar) ninguno de los jugadores integrantes de las naciones seminifinalistas juegan en La Liga. Y ese tipo de datos no se pueden soslayar. No después de ver los pomposos titulares de los medios españoles, que luego de que su selección le ganó a la debutante Ucrania (que, ojo, llegó una instancia más allá que los ibéricos), ya se situaban en la final.
Notable como tituló el diario Marca en reiteradas ocasiones: luego de que Argentina goleara a Serbia y Montenegro se despachó "CHE PIBE, NOS VEMOS EN LA FINAL"; otro titular para la risa: "ARGENTINA TUVO A MARADONA, BRASIL A PELÉ: NOSOTROS TENEMOS AL NIÑO TORRES"; no pararon las joyitas: "SOMOS EL CUCO DEL MUNDIAL"; pero el mejor, sin duda: "HOY JUBILAMOS A ZIDANE".
Tanta grandilocuencia y surrealismo fueron asesinados por la más cruda de las realidades: el 3-1 inapelable de la Francia. A casa, en octavos... y ellos que pretendían ganar el Mundial, merced a un fútbol intrascendente -"posesión de la pelota", le llaman- y a la ingenuidad -denominándola cínicamente "juventud"-.
Y no pude sino alegrarme. Porque nunca entendí como un país tan mediocre futbolísticamente podía ponerse a la altura de los grandes -¡pero si perdió su grupo de clasificación al Mundial con Serbia y Montenegro!-, si sabe que su liga gira en torno a los extranjeros, si su DT se despacha declaraciones racistas... nunca entendí como teniendo tan poco, y debiendo tanto, siguen mirando al mundo por encima del hombro.

Lo que ocurrirá ahora no hará sino confirmar lo dicho: la prensa española seguirá aplicando presión para que los clubes italianos desciendan (puede sonar estúpido, pero si viene del diario "no oficial" del Real Madrid, me espero cualquier cosa) y así levantarle todos los jugadores: ¿eso es vergüenza deportiva?
Una cosa son las consecuencias de un acto ilícito; otra bien distinta es desearle lo peor al otro y rogar por su desgracia para obtener una ventaja. Eso es propio de los fracasados.

Por eso aplaudo a Italia y apuesto por ellos, porque sus jugadores están dando una demostración de fortaleza, entereza y de cómo mantener la frente en alto: es cierto, hubo dirigentes inescrupulosos (en todas partes los hay, pero aquí los pillaron) y por su culpa, toda una nación está sufriendo la vergüenza de ser mirados como mafiosos y ladrones (por decir lo menos) por el mundo entero. A pesar de ello, esta selección ha devuelto el orgullo a un país que ama tanto el fútbol como a la vida misma (la pasión no es propiedad de los jugadores americanos, por si acaso).

No trato de hacer una apología al soborno, sino sólo quiero decir que el orgullo italiano y el honor de participar por sexta vez en una final de un Campeonato del Mundo están a años luz de la autocomplacencia española, que ahora, más encima, trata de sacar provecho del caído, el mismo caído que le da una lección sobre como ser grande, aún con el mundo pisoteándolos por la culpa del manejo ilegal de algunos dirigentes.

Esos mismos, en cuatro años más -cuando fracasen de nuevo- se van a preguntar: ¿Qué hicimos mal?
La verdad, nada. Simplemente, la mochila del fracaso pesa, y mucho. Pero no se equipara al tonelaje del amor propio y del orgullo. De eso están hechos los grandes.